“Deja de llorar”
¿”Qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Estás cansado? ¿Tienes hambre?”
“Eres imposible”
“Papá está muy enfadado contigo”
Son algunas de las frases que se nos escapan o han escapado alguna vez al relacionarnos con otras personas. Ejemplos de nuestra falta de madurez para comunicarnos.
“Deja de llorar”
Si reprimimos el llanto de un niño cuando está triste o frustrado puede que sea porque ese llanto nos conecta con situaciones semejantes de nuestra infancia, con el llanto reprimido que quedó pendiente y con la necesidad de llorar que ello nos genera. Y sin darnos cuenta estamos haciendo lo mismo con nuestros hijos y alumnos.
¿”Qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Estás cansado? ¿Tienes hambre?”
Cuando asediamos a preguntas a un niño y no obtenemos respuesta nos exasperamos, sin tener en cuenta que quizá con su escasa capacidad de poner nombre a las emociones que lo embargan no le es posible contestar, o que simplemente necesita descargar su tristeza y con acompañarlo es suficiente.
“Eres imposible”
Hace algo que contradice las normas y entonces le ponemos una etiqueta en lugar de expresar nuestros sentimientos, recordarle un límite que nosotros tenemos o una norma consensuada con anterioridad.
“Papá está muy enfadado contigo”
Queremos comunicar nuestros sentimientos pero en lugar de hablar en primera persona lo hacemos como si quien hablara no fuéramos nosotros mismos (“mamá te ha dicho…”, en lugar de “te he dicho…”), algo que se hace casi constantemente con los niños pequeños y que nos permite expresarnos sin sentir realmente ni hacernos cargo de nuestras emociones, como si fueran de otra persona.
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